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25 de marzo de 2015

Muerte y Vida

En una tubería que corre bajo una galería y sobre la pared de un almacén, yace desde hace mas de un mes el cadáver de un Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris). En extraña postura, resulta difícil imaginar cual sería la causa de su muerte. Tanto como la aparente frescura o que le impide caer al suelo.
Pero es primavera, y a sólo un par de metros del cadáver, indiferentes, una pareja acondiciona el nido para iniciar la cría. Aprovechando la marea baja recogen barro en  el lecho del rio Monjardín (Vegadeo), a escasos cinco metros del nido. Sorteando a los transeúntes con habilidad parece que se les pudiera coger con la mano en sus idas y venidas desde el nido al río y viceversa. En el nido, las nuevas bolitas de barro son perfectamente reconocibles.
La rueda de la vida no se detiene.





Uno de los miembros de la pareja.

Y aunque indistinguible, este es el otro.

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